domingo, 2 de junio de 2013

El estilo y los diferentes tipos de oratoria

 

Evidentemente, cuando vamos a hablar en público y hemos de comunicar una serie de información a nuestros oyentes, tenemos que saber que existen múltiples estilos y formas de decir una misma cosa. La elección dependerá de factores tales como el público al que va dirigido, tamaño, objetivos que esperamos conseguir o el motivo de nuestra intervención.
  
A la hora de dirigirse a un grupo de personas, la primera idea que el directivo ha de tener clara es la siguiente: no se puede hablar en público utilizando siempre el mismo estilo.

Cuando sabemos que vamos a tener que intervenir ante un grupo de personas, inmediatamente hemos de determinar el tipo de estilo que vamos a desarrollar. No es lo mismo, por ejemplo, reunirse con la plantilla que con los accionistas de la empresa.

Cada intervención exige una serie de condiciones y características en nuestro estilo oratorio. La variedad de tipos es múltiple, ya que nos podemos presentar con un estilo cercano o lejano, formal o informal, monólogo o más participativo, serio o desenfadado... De esta forma, hay que ajustar el estilo del discurso a las características de cada ocasión.

Generalmente, es fácil determinar el tipo de estilo que debemos emplear. Por ejemplo, si se trata de un acto oficial, optaremos por un modo riguroso y formal. Por el contrario, si estamos en la inauguración de alguna sede de la empresa, elegiremos, mejor, un estilo entusiasta, informal y divertido. El objetivo principal es saber escoger el modelo de intervención oportuno y darle la mejor orientación para lograr el máximo impacto.

En aquellos casos que no terminamos de tener claro las características específicas de cómo será nuestro publico, ni cuánto, etc., es necesario hablar con los organizadores del evento para que nos ofrezcan los datos que nos faltan para elegir la orientación más adecuada.

Por supuesto, ante la duda, siempre es mejor optar por un modelo más formal y serio. Sin embargo, hay que reconocer que pequeñas dosis de humor, administradas de forma correcta, pueden combinar perfectamente con las intervenciones más formales y rígidas. Además, el humor es una verdadera herramienta para conectar y acercarse más a la audiencia.

En cualquier caso, y al margen del tema que se va a tocar, tenemos que tratar siempre de conseguir un estilo creativo, ágil, atractivo, interesante e incluso novedoso.

Otro importante consejo para conseguir un estilo oratorio efectivo es tratar de imprimir siempre la importancia de la brevedad. Lo cierto es que las audiencias siempre terminan agradeciéndolo. Sin embargo, brevedad no significa un discurso pobre o incompleto. Hace referencia a centrarse en los puntos importantes y abordarlos directamente, sin dar ningún rodeo.

Por último, en el estilo de nuestro discurso, hemos de saber exponer de manera convincente nuestras ideas. La meta es seleccionar la forma de decir las cosas y saber elegir el estilo con el que poder motivar, persuadir, convencer y entusiasmar al público. El mejor estilo, sea forma o informal, serio o divertido, es aquel que es capaz de llegar al público de forma directa y sugerente.


Por último, si hemos decidido optar por un estilo determinado, tendremos que mantenerlo y cuidar el ritmo durante toda la intervención, pues, ante todo, es necesario conservar la emoción y la atención del público. Elegir el estilo más adecuado para cada ocasión es una de las principales habilidades del buen orador.

Tipos de oratoria

Introducción.- En esta ocasión, hablaremos sobre las clases de oratoria, para dicho cometido, tendremos como base y fundamento de investigación la Enciclopedia Universal Europea Espada-Calpe, Diccionarios Jurídicos de Manuel Osorio, Cabanellas, y otros, los cuales serán nombrados en su momento.

Oratoria Política.
Por razón de la gran variedad de asuntos que comprende, es el genero que más transformaciones recibe según las épocas, el auditorio y las circunstancias, y por lo mismo la que goza de una mayor libertad de forma y la que menos puede sujetarse a reglas.
En ningún otro género ofrece el discurso oratorio caracteres tan distintivos, porque las oraciones del púlpito se acercan ya más a las composiciones poéticas, como ya hemos apreciado en anteriores casos, como Roberspierre, Lincoln, y otros; mientras que la oratoria forense pertenece a las obras científicas.
En los encarnizados combates de los partidos y en las graves cuestiones de cuya resolución dependen la dignidad o la vida de
las naciones, es donde se manifiesta con más evidencia el carácter apasionado de la oratoria política, pues nunca es más difícil, variables e inconstante el público que en las asambleas políticas.
La oratoria política exige conocimientos vastos y profundos, y más en los tiempos en que la ilustración y cultura se encuentran extendidas.
Además de un perfecto estudio de las cuestiones de política general y conocimientos técnicos en las diversas y complicadas ramas de las ciencias administrativas, debe el orador político conocer a fondo la historia, el modo de ser y sentir del pueblo a que se dirige la palabra.
La historia por tanto, cumple un factor determinante en la oratoria política, ya que el orador que fragüe planes para el porvenir, debe fundar su experiencia en la segura escuela de lo pasado.

Preparación Del Discurso.

En cuanto a su preparación, el discurso político difiere en muchos casos de todo otro linaje de discursos.
No siempre es el mejor discurso político el que se prepara con mucho tiempo en la soledad del gabinete; pues sucede con frecuencia que donde lucen con mayor brillo las cualidades del orador es en las rectificaciones, o sea en los discurso que apenas han sido objeto de preparación, verdaderas improvisaciones en que se contesta y refutan las afirmaciones del contrario.
Claro está, que nos referimos a la falta de preparación de forma, pues para conseguir el triunfo oratorio en una rectificación es preciso un profundo conocimiento del asunto y haber pasado horas enteras examinándolo desde todos los puntos de vista.

Elocución.

Varia mucho según el auditorio, pues tendrá que revestir formas templadas si se dirige a una asamblea de personas respetables, por ejemplo en el Senado; más necesitará mayor vehemencia y fogosidad si se trata de un tribuno que se dirige a masas populares.
División de la oratoria política:

La oratoria política puede dividirse a su vez en varios géneros:
a) Oratoria Parlamentaria.- es decir los discursos que se pronuncian en las Cámaras para formar y discutir leyes, y censurar o defender la conducta de los gobernantes.
b) Oratoria Popular.- Discursos dirigido al pueblo para formar o dirigir su conciencia política, ilustrándose acerca de sus derechos y encauzando sus voluntades para conseguir el completo reconocimiento de éstos; claro es que hablamos en el supuesto de tratarse de un orador honrado.

c) Oratoria Periodística.-
Esta oratoria, es agregada a esta especie, por parte de COLL y VEHÍ.
Considerando la oratoria escrita, por adoptar muchos de los artículos de los periódicos formas completamente oratorias, sobre todo los artículos de fondo que solían y suelen caracterizar a parte de la prensa española.
d) Oratoria Militar.- Discursos o arengas pronunciados por los generales o caudillos en momentos críticos para exaltar el ánimo de los soldados con palabras enérgicas, sin artificio alguno, y dejando que el corazón hable en lugar de los labios.
Por tanto diremos, que tiene por objeto animar a las tropas enardecidas al combate o felicitarles por la victoria, o también instruirlas en algún asunto, e inclusive en ocasiones contener sus ímpetus y reprenderlas.
Al respecto de pertenecer como especie de la Oratoria Política, existe muchas contradicciones, ya que se distinguen de aquellas, tanto por su finalidad, como porque las masas militares, a diferencia de los político-populares, está organizadas y dirigidas por la disciplina, cuya base es la obediencia y el respeto a los que mandan.

Cualidades del orador.

El orador militar debe reunir las cualidades especiales, además de las precisas al orador en general.
Primero debe ser verdaderamente militar, es decir tener profunda y voluntaria inclinación a la carrera de las arma, y ser denodado, entendiendo por denuedo no la temeridad, sino el valor juicioso, la intrepidez serena e ilustrada, para inspirar confianza al soldado.
Su principal estudio será la historia de la antigüedad y de su propio país, profundizando en la del arte de la guerra (si es que se puede llamar arte, lo concerniente a la guerra) y en la de los hechos militares: porque los nombres de los lugares célebres y de los héroes y el recuerdo de sus hazañas le proporcionarán imitaciones y comparaciones seductoras a las cuales puede hacerlas suyas, en su vida objetiva; pero de debiendo abusarse de estos recursos y menos de las citas.
Finalmente, deberá conocer al soldado para apreciar sus cualidades y sus necesidades y defectos, que ha de tener muy en cuenta en sus discursos, y estará presto a dar ejemplo de paciencia en las fatigas, de constancia en las privaciones y poder así imponer silencio a las quejas y ahogar a las amenazas.

Estilo Del Discurso.

Como ya hemos dicho anteriormente, la elocuencia militar nace más del corazón que de la inteligencia, y así debe emplear la brevedad y huir de la severidad académica, usando frases cortas, pero impetuosas; lacónica, pero viva y animada.
Cuando pregunte a los oyentes no les dejará tiempo para reflexionar, sino que les pondrá la alternativa del sí o del no anticipándose a veces a responder por ellos.
Las preguntas y las admiraciones animan las arengas, y uno de los caracteres más salientes de ésta es el de multiplicar los imperativos y de dar a los verbos aire de imperio que arrastra las voluntades; pero es preciso que el orador se incluya a sí mismo, no aislando la acción de los soldados de la suya, sino dándole a conocer que compartirá con ellos los peligros, el combate, las fatigas o las privaciones; debiendo tenerse presente la sencillez del estilo es condición indispensable, y que en ocasiones una frase acaso gramaticalmente incorrecta, un giro vicioso pero felizmente original, a ofrecido efectos que no hubieran producido el más retórico y acabado de los periodos.
En la oratoria militar se hace uso de imágenes extractadas de la naturaleza, con motivo de ejemplo, en mayor compresión a los oyentes, las cuales den una sensación de grandeza y que sea colosal.
Pero al margen de esto, es predominante el uso de las pasiones, en especial aquellas que siendo honradas penetren las entrañas de los soldados, así podemos nombrar: el amor a la patria y la grandeza de esta, el sentimiento de honor, gloria, bravura, fuerza, y coraje, son algunos aspectos útiles para dicho orador, debiendo prestar cuidado a no caer en un chauvinismo recalcitrante.
Aclarando a lo dicho anteriormente, diremos que la eficacia del uso de ciertos sentimientos dependerá de los tiempos o factores exógenos al cual se encuentre un país o un pueblo, es decir dependerá si se encuentran en tiempo de guerra o en tiempo de paz.
a) En tiempo de Guerra, habrá de distinguirse si se habla antes de empezar una campaña o durante ésta, y en segundo caso si antes o después de una batalla, durante el sitio de una plaza y dentro o fuera de ella, o si el fin inmediato es reaccionar contra la indisciplina, el cansancio, etc.

Antes de comenzar las operaciones, procede justificar ante las tropas la necesidad de estas y la justicia de la causa en pro de la cual ha de lucharse, haciendo resaltar las ofensas recibidas del enemigo, las proposiciones rechazadas por él, los tratados violados, las amenazas y la indignidad y deshonra que implicaría ceder ante todo ello.
Comenzada las hostilidades y antes de una batalla debe procurarse inflamar el valor del soldado, este caso son de aplicación las palabras que aparecen en la Enciclopedia Militar que escribió en francés una sociedad de militares y literatos.
Durante la acción la elocuencia militar se deja escuchar en medio del choque y el estruendo de las arma, ya reuniendo en una sola palabra batallones intimidados, ya conduciendo los escuadrones a la carga, ya exigiendo que un reducto se tome, ya mandando que , ya exigiendo que un reducto se tome, ya mandando que se refuerce una posición.
En estas ocasiones el orador se contenta con una frase corta y enérgica, debiendo ser sus palabras tan rápidas como sus movimientos.
Después de la acción, si la victoria a coronado los esfuerzo de las tropas, la elocuencia contará las banderas tomadas al enemigo, el botín que dejó en poder a los vencedores, el desastre que ha sufrido, las fatigas y peligros de los perdedores, la importancia de las posiciones tomadas, y las consecuencias de la victoria.
Y si por el contrario, si no se obtuvo la victoria añorada, encontrará la causa de ello en un obstáculo imprevisto o buscará una excusa a la derrota y aún sacará partido de las faltas cometidas para exigir nuevas pruebas de denuedo, como pago de la deuda contraria.

Para el orador militar debe tomar énfasis al tipo de ejercito al cual tiene en sus manos o son dirigidas sus palabras; por tanto son útiles todas las recomendaciones frente a un ejercito donde reine una emoción fuerte o extraordinaria, a razón de los momentos indignos que se vive. Mientras si el orados se encuentra frente a un ejercito mercenario, no tendrá ningún efecto sus palabras, es decir serán estériles sus aclaraciones y recomendaciones
Las arengas fueron útiles para alcanzar el efecto deseado, para esta clase de oradores, pero por la grandeza del grupo de ejércitos de hoy en día, es difícil hablar de ellos en su conjunto, como en aquellos días; pero a pesar de todo ello, algunos aún hacen uso de las arengas.

En la antigüedad, fueron muy usadas, en especial por Julio Cesar, las cuales son muy famosas. Desde la invasión de los bárbaros, desapareció la costumbre de arengar a los ejércitos, aunque reviviese con Carlo Magno y otros, no fueron perenne en el tiempo.

Por último la elocuencia militar se hacen manifiesta en muchas ocasiones en expresiones cortas y satisfactorias, más aún si están son inspiradas en el momento mismo de mayor peligro, las cuales son entremezcladas con el amor a la patria o a la gloria, que estos buscan. Constituyendo estas palabras memorables en la Historia; así tenemos las siguientes:
-- " ¡Soldats, songez que, du haut de ces Pyramides, quarante siècles vous contemplent !" ¡Soldados, recordad! ¡Que desde lo alto de esas pirámides cuarenta siglos contemplan vuestro valor! (Frase pronunciada por Napoleón Bonaparte el 19 de julio de 1798 ante su ejército vencidoi y desmoralizado, momentos antes de empezar la batalla de "Las Pirámides")
-- ¡¡ La sangre de Danton te ahoga !!.
(Palabras de Garnier de l’Aube a Robespierre, en la memorable sesión de la Convención que derrocó a éste).
-- ¡¡ Soldados ese es el sol de Austerlitz !! (Napoleón, en la batalla de Moskowa).

Oratoria Didáctica o Académica.-
Este género, comprende los discursos encaminados a persuadir a los hombres de las verdades científicas, tiene su origen en la creciente necesidad de expansión y propagación que la ciencia moderna va experimentando, y abarca todos los asuntos puramente científicos o de algún modo relacionado con la ciencia, de donde se deduce cuan extenso y general es su objeto, puesto que en nuestros días apenas queda aspecto de la realidad que no sea estudiada por la ciencia.
Navarro y Ledesma dice, que esto podría justificar el criterio de los que reputan como forma didáctica este género de oratoria; más para comprender la razón de nuestro concepto, basta fijarse en que el propósito del orador académico no es tanto enseñar o exponer teorías científicas como convencer o persuadir de la verdad de ésta al público, empleando para ello la forma de oratoria.
El orador didáctico tiene que reunir cualidades especiales, pues no le basta un conocimiento completo de la cuestión sobre la que va hablar, es preciso que posea, además, lo que se llama talento expositivo, o facultad de hacer llano, agradable y accesible a todas las inteligencias lo que de por sí es abstracto y difícil.

Los Discursos

Entre las varias especies de discursos didácticos debemos señalar los que se llaman con toda propiedad discursos académicos, porque se leen o pronuncian en las Academias científicas y literarias.
Los de Exposición Científica, en los cuales el orador ilustra a sus oyentes respecto de un punto por el investigado.
Los de Vulgarización, destinados a exponer teorías o descubrimientos modernos, poniéndolo al alcance del público profano.
Y los de Controversia o discursos de puntos opinables de olas nuevas investigaciones.

Oratoria Forense.

Es la que tiene por objeto ilustrar la inteligencia y mover la voluntad de los jueces para decidir si un hecho se ha realizado o no, si una persona es o no culpable, si ha de aplicarse tal o cual regla jurídica o si ésta ha de interpretarse en uno u otro sentido.
Esta finalidad especial de la oratoria forense requiere 3 reglas especiales, primero las Cualidades del Orador, segundo la Materia del Discurso, y tercero el estilo.
Todos ellos llevan conocido grandes valorizaciones, las cuales son reflejadas en el foro.
Estos aspectos serán expuestos en los siguientes trabajos posteriores, dejando al siguiente (estudiante) en orden al tema de exposición la correlativa explicación.



Reacción del público

A lo largo de toda la intervención el orador tiene que estar atento a cómo reacciona el público (con interés, con aburrimiento, con simpatía, con aprobación, con rechazo, etc.).

Lo peor que puede ocurrir es no conseguir captar su atención (es peor incluso a que el público manifieste su desacuerdo con la opinión presentada).

Si el público no muestra interés, no es posible la comunicación.

Hay que captar la atención del público en el primer momento de la intervención. Si no se consigue entonces, difícilmente se va a lograr más tarde.

Por tanto, hay que emplearse a fondo: saludar amablemente, preparar una introducción sugerente, jugar con la voz, con los gestos, mirada, anécdotas, etc.

Al primer indicio de que el público pierde atención hay que reaccionar con prontitud.

Si el público desconecta definitivamente va a ser muy difícil volver a conquistarle (aunque quisiera, le resultaría difícil captar el hilo argumental).

Al público que está más alejado resulta más difícil ganárselo, de ahí la conveniencia, si es posible, de moverse entre el público, acercando su presencia a la audiencia.

La extensión del discurso juega en contra de la atención del público.

Importancia de la brevedad.

Esto no quiere decir que el discurso tenga que ser necesariamente corto; durará lo que tenga que durar, pero no debe extenderse innecesariamente.

Es posible que el público manifieste discrepancia con la tesis del discurso.

Cuando el orador prepara su intervención debería anticipar su posible reacción (normalmente uno sabe cuando sus ideas pueden resultar polémicas), y en el caso previsible de que haya desacuerdo tratar de conocer los motivos.

Esto permite al orador llevar preparadas las respuestas a las posibles críticas.

Si la reacción contraria del público hubiera sido totalmente imprevista y el orador ignorase sus razones, lo mejor es preguntarle directamente el por qué de su rechazo.

Hay que darle al público la oportunidad de que exponga sus planteamientos; escucharle con atención, comentando a continuación que se trata de un razonamiento respetable, aunque diferente al punto de vista que uno sostiene.

Lo que no se puede hacer es aceptar las críticas tal cual, ya que debilitaría la posición del orador (perdería autoridad).

Tampoco éste debe atrincherarse en sus posiciones, criticando duramente los argumentos expuestos por el público e iniciando una discusión que termine crispando aún más los ánimos.

Un acto público no es el lugar más oportuno para una discusión acalorada. Muchas veces con prestar al público la atención debida es más que suficiente para ganarse su simpatía y respeto, aunque siga discrepando de los argumentos expuestos.

En todo caso, el orador no debe confundir la reacción contraria de una persona concreta con una opinión contraria generalizada.

Cuando finaliza la intervención el público suele aplaudir. El orador dará las gracias sinceramente, mirando al público, y se retirará discretamente.

Nada de esperar hasta que finalicen los aplausos, ni de volver al estrado a recibir una nueva ovación como si de un artista se tratase.

Hay que evitar gestos del tipo levantar las manos en señal de victoria, llevarse las dos manos al corazón, etc, ni se deben hacer comentarios del tipo "que exagerados sois", "no es para tanto", "cuanto os quiero".

Una vez finalizada la intervención resulta interesante pedirle a alguien que haya asistido que de su opinión sincera de cómo ha resultado (puntos fuertes y puntos a mejorar).

Como lograr una buena conclusión

ORATORIA CONTEMPORANEA – Horacio Di Bártolo


MANEJO DE IMPREVISTOS

Todo orador ha tenido que enfrentarse con situaciones inesperadas y anormales en algunas oportunidades.

Es necesario saber afrontarlas con altura, estar preparado para que cuando ocurran no desluzcan o destruyan el esfuerzo que representó la preparación de una conferencia.

Personalmente, como organizador de numerosos cursos de posgrado en mi especialidad, recuerdo muchas de esas ingratas circunstancias. Pero especialmente tengo grabadas las reacciones que el inesperado inconveniente provocó en el invitado de turno. Quisiera rescatar de mis recuerdos la actitud de mi amigo el Dr. Eduardo de la Riega, invitado a hablarnos de cardiopatías congénitas. En un momento de su disertación se cayó el pizarrón sobre su pie mientras escribía. La charla continuó, sin manifestar el orador el malestar que sin duda lo acompañó, hasta que más tarde pudimos aliviarlo al inmovilizar el pie por una fractura de un hueso del metatarso.

En otra oportunidad recuerdo que invitamos al Dr. Marcelo Arias, de Córdoba, a participar en nuestros cursos con un tema en el que se le reconocía la máxima experiencia. El orador llegó a las 10.30 en avión para hablarnos a las 11 hs. y regresar a las 13 hs. Su clase estaba perfectamente armada sobre la base de diapositivas aclaratorias. Falló mi proyector. Serenamente el Dr. Arias comprendió la situación inesperada y replanteó su clase que fue de todos modos brillante. Pero más brillante aun fue su actitud frente al imprevisto.

Por supuesto, también recuerdo todo lo malo que a veces he visto en las airadas reacciones del orador de turno, frente a circunstancias imprevisibles. Pero ¿para qué traerlas si es mejor olvidarlas?

El consejo que vale, y debe quedar impreso en nuestro espíritu es: frente al imprevisto:

SERENIDAD, COMPRENSIÓN, REPLANTEO

Seguramente así nadie va a desesperar y todos agradecerán su paciencia. Sobre todo cuando, como en estos casos, nadie tiene la culpa. Reorganicemos la charla, y puede llegar a sorprendernos la aprobación con que el público agradece nuestro esfuerzo.

Otras veces es alguien del público, inocente responsable de una inoportuna interrupción: un radiomensaje que suena con fuerza, una persona que busca a alguno de los presentes en el auditorio, una crisis de estornudos o de tos, un niño que llora o corre por el pasillo, un fotógrafo imprudente, etc.

En estos casos la premisa es:

NUNCA COMPITA CON RUIDOS NI INTERRUPCIONES

Es natural que si sus nervios lo traicionan y muestra su impaciencia, el público vuelque su simpatía hacia aquel que involuntariamente lo interrumpió. No haber sabido manejar la situación, puede llevar al fracaso su conferencia. En la mayoría de los casos un orador experimentado simplemente hará una pausa hasta que termine la interrupción. Nunca continuará su charla cuando haya perdido la atención del público.

En otras circunstancias, muy frecuentes en la actividad política y aun en la docente, uno debe encontrarse con individuos que piensan diferente o enfocan de otra manera el problema que el orador plantea. Hemos vivido o presenciado muchas veces esta situación. Y hemos vivido también distintas formas de reacciones. Todos sabemos que la discusión violenta no conduce a nada y solo crea resentimientos. También genera violencia la aplastante superioridad de uno de los que se enfrentan en sus opiniones sobre otro. En general, por un fenómeno típico de la conducta humana, el auditorio se sitúa de parte del que pertenece a su grupo. Este último se trasforma en una suerte de "delegado" que por tal carácter debe ser atendido. Según sea el comportamiento del orador, así será la reacción del público. Se pondrá de su parte o quedará predispuesto para la controversia. En este caso cada nueva interrupción resultará más agresiva, y hará más difícil el desarrollo de la reunión.

Cuando la interrupción se produce, debe ser atendida con aplomo, con expresión atenta. La respuesta debe ser franca, pero considerada con el interlocutor. Cabe analizar con cuidado la postura de quien disiente, buscando algo positivo en su aporte o comentario. Y después expresarse con sinceridad, "amortiguando" la posibilidad de una violencia, manifestando los puntos de acuerdo y desacuerdo, pero siempre con respeto y consideración por el pensamiento ajeno.

Quizás ayude a manejar la situación una frase tan simple como:

USE:
SI, PERO...
ESTOY DE ACUERDO PARCIALMENTE...


Invariablemente el público sabe leer esta actitud, y responde sin preconceptos apoyando a uno o a otro de acuerdo con sus conocimientos o sentimientos.

Y todos, usted, su interlocutor ocasional y el público, podrán capitalizar una situación potencialmente comprometida.

En algunas circunstancias, felizmente las menos, pueden surgir interrupciones o preguntas en las que se pone de manifiesto una franca hostilidad con el orador

RECONOZCA LA PREGUNTA HOSTIL Y APRENDA A MANEJARLA

Por si alguna vez nos toca enfrentar esa violencia, quisiera trasmitirles mis consejos, muchos de ellos aprendidos con mis propios errores, y otros recogidos de la experiencia de distintos autores y algún acierto personal

- No suponga que todas las interrupciones son hostiles
- Sea capaz de decir "No sé". No invente y no mienta
- Anticípese a las preguntas difíciles
- Cuente con apoyos concretos en bibliografía y estadística
- Trate de ser empático con quien interrumpe
- Pídale ayuda. Es probable que quiera decir algo

Finalmente, si su actitud es abiertamente agresiva, póngalo en evidencia.

- Pregunte porqué lo dice o lo pregunta
- Someta la opinión hostil a juicio del auditorio


AJUSTE DEL TIEMPO

¿Cómo se organiza en general una conferencia? Habitualmente surge de una inquietud. Un determinado grupo humano –en el Club, en la empresa, en el Hospital– manifiesta al organizador el interés de recibir información sobre un tema específico. El organizador conciente de su responsabilidad, buscará a la persona más autorizada a su alcance para ofrecerle la tribuna. Y allí se inician las conversaciones. El elegido agradece la distinción de que ha sido objeto, y comienza a ultimar los detalles: día, hora, lugar, tipo de auditorio, tiempo y tema. Todo es conversable en este primer acercamiento. Se puede casi siempre conciliar la fecha, adaptándola a las posibilidades y sobre todas las cosas se puede conversar sobre la factibilidad de desarrollar un tema en el tiempo previsto. Nadie mejor que el experto puede informarnos si debe haber una modificación, corte o límite en el mismo.

Por ejemplo: en los primeros meses de este año, y a sugerencia de las numerosas familias con hijos que habitan en el mismo predio donde tengo mi casa, invité a la médica psiquiatra Dra. Mónica Oliver a que nos diera una charla sobre los conflictos emocionales de los niños en las distintas etapas de su infancia. La doctora aceptó complacida la invitación, pero me sugirió limitar el tema a una determinada edad o multiplicar las charlas para abarcar todas las edades del niño. Hasta ese momento nosotros solo habíamos recibido invitados para conferencias unitarias. Pero planteado así el problema entre todos resolvimos preguntarle cuántas charlas serían necesarias para satisfacer nuestras inquietudes. La doctora nos sugirió cuatro pláticas, una por semana, que abarcarían al niño en el 1er. año de vida, al niño en edad preescolar, al niño en edad escolar y pubertad y adolescencia. Fue entonces un curso, no ya una conferencia, pero la Dra. Oliver a través de su experiencia colmó con creces nuestras expectativas, y sus charlas fueron altamente provechosas para los padres de los niños de distintas edades. Para todos fue fácil comprender que hubiera sido un despropósito pretender abarcar todo en una sola sesión.

Quien no conoce el Museo del Vaticano puede ser que le pida a un guía que se lo muestre en una mañana, cuando quizás no lo lograría en una semana. Con seguridad un guía responsable hará más placentera y útil la experiencia sugiriéndole al visitante que le indique su especial interés, y dedicando al mismo las pocas horas que dispone.

Esto es válido para todo el tema, ya se trate de una discusión parlamentaria, una clase en la Universidad, o una conferencia de arte moderno. Antes de aceptar su compromiso, usted debe limitar o seleccionar su tema y reducirlo a la extensión conveniente para ajustarse al tiempo que dispone. No se equivoque. Si pretendió mucho, abarcará poco, defraudando a quien lo escuche.

Por las razones expuestas, aconsejamos en forma de premisa:

LIMITE SU TEMA

La conferencia, o su bosquejo en ideas debe escribirse según hemos visto en el capítulo de planeamiento. Entonces viene el momento de practicarla, leyéndola primero en voz alta y repitiéndola después con sus palabras, según el orden establecido. Sincronice en ese momento si su trabajo se ajusta al tiempo previsto. No olvide calcular los minutos que lleva el uso de los apoyos visuales.

A propósito de esto, tengo como muy grato el recuerdo de una conferencia que nos dio el Dr. Elías Alterman hace unos años. Cuando hablé con Alterman para invitarlo, le conté de nuestro curso de oratoria, y le anticipé que íbamos a evaluarlo con nuestro "score" para rescatar todo lo positivo que seguramente sacaríamos de la forma de desarrollar su plática. Lo que ocurrió fue que este eximio docente trajo su charla tan organizada y clara, que cuando promediaba la misma proyectó entre sus diapositivas una que decía "mitad de la conferencia", e hizo la aclaración que como sabía que estábamos juzgándolo quería ajustarse estrictamente al tiempo que se le había asignado.

Esta simpática ocurrencia de Alterman nos permitió comprobar con cuánto respeto y dedicación había preparado el tema "radiología ósea", que fue por otra parte, el mejor ejemplo de elocuencia didáctica que recibimos en todo el año.

Según hemos visto, la conferencia consta de tres partes: introducción, cuerpo y conclusiones. Como veremos, cada una de ellas es igualmente importante, aunque se le destine diferente tiempo cronológico. La introducción y las conclusiones juntas, son de corta duración, mucho más breves que el cuerpo.

Es necesario tener presente que quien vino a escucharlo cerrará su mente en el tiempo previsto. Todos tenemos mucho que hacer. Nuestro tiempo está casi siempre cronometrado, y si disponemos de 19 hs. a 20 hs. para escuchar una conferencia, a las 20,05 hs. empezaremos a preguntarnos a qué hora se callará el disertante y si no será mejor retirarse subrepticiamente del salón. Aunque no lo hagamos, estaremos ya mal predispuestos para atender. Y probablemente perderá el orador a su público en el momento tan importante de las conclusiones, cuando se dispone a redondear su conferencia, puntualizando las premisas de real y positivo valor, extraídas de las ideas desarrolladas.

Si debe terminar a las 20, cierre su conferencia cinco minutos antes, sorprenderá agradablemente a su auditorio, y lo encontrará complacido de participar en el tema, aportando su inquietud y su experiencia.

Cualquiera de nosotros puede recordar excelentes conferencias que nos dejaron con ganas de seguir escuchando. Y seguramente nos olvidamos otras disertaciones interminables, en las que parece que el orador va a concluir cuando realiza una pausa y resulta que no es así, que continúa sin mirar el reloj, martirizando a los pocos oyentes que no abandonan la sala por un principio de elemental delicadeza.

Una buena práctica será que el disertante coloque sobre la mesa su reloj para controlar la duración de la conferencia, teniendo cuidado de consultar con toda discreción, para terminar la exposición en el tiempo previsto.

También es cierto que hubo oportunidades –las menos– en que nuestros invitados ajustaron tan mal su tiempo, que se les acabó el tema a los veinte minutos en una conferencia prevista para una hora. Pocas veces me sentí tan mal como organizador del curso. Me imagino cómo se habrán sentido ellos sin nada más que decir, cuando los más rezagados acababan de sentarse.

El ajuste del tiempo significa eso, ni más ni menos. Justamente lo que estaba programado y esperado.

Cuando Michael Aun ganó el premio mundial de disertación pública que otorga Toastmaster International de Vancouver en 1978, habló de su descalificación previa en Toronto el año anterior, porque se excedió ¡8 segundos! en el tiempo asignado. Sin embargo aceptó humildemente su derrota anterior al recibir este premio con una frase muy lograda: "He tenido que pasar por Toronto para llegar a Vancouver".


CONCLUSIONES


La experiencia de un orador es más notable en el comienzo y en el final de una conferencia. Sin duda son los momentos más importantes y más difíciles, y también los más descuidados por los inexpertos.
Un final debe ser preparado con tiempo.
Dejémoslo como premisa.


EL SILENCIO FINAL TAMBIEN SE PREPARA


Esta frase que no es mía, sino de uno de los autores consultados, es de por sí muy elocuente. No se concibe que un orador termine sorpresivamente su discurso y se retire. Esto puede resultar tan desagradable como abandonar una reunión cortando una interesante conversación, sin despedirse.

En estos breves minutos de la conclusión se arriesga todo lo que pudo haberse logrado en la exposición. Lo que suele ocurrirle al orador inexperto, es que después de un gran esfuerzo de recopilación de datos y experiencia, y a veces de un correcto planeamiento de la conferencia, deja librado a la improvisación el cierre de la misma. Y es así cómo surgen los lugares comunes que deslucen y le restan merecido brillo a la tarea realizada. "Bueno, creo que no tengo nada más que decir …"; "Habría muchas cosas más que decir, pero no tengo más tiempo …", etc. O si no otras veces nos damos cuenta de que el orador terminó, por su mirada al director del curso o porque abandona la tribuna sin más.

En una conferencia bien elaborada, la conclusión debe llegar cuando el orador no tiene nada más que decir sobre el tema que se propuso abordar, y que concientemente ha limitado hasta agotarlo. El público también debe entenderlo así, aunque no se le anuncie que la conferencia ha terminado, y solo falta enunciar la conclusión.

Por la habilidad del orador debe estar implícito el fin de la conferencia, sin anunciarlo.


NO ES NECESARIO ANUNCIAR QUE TERMINA NUESTRA CONFERENCIA


La conclusión o peroración no debe ser larga. Su valor radica en su sencillez y claridad. Nunca debe dejarse para el final el aporte de un nuevo pensamiento accesorio o complementario. Lo que no se dijo en su momento no se puede decir en la conclusión.

Entiéndase. Esta parte tan importante de la conferencia merece especial dedicación y respeto. Debemos terminar nuestra conferencia completamente, y cuando ya nada quede por decir, es el momento de la conclusión. Al finalizar el desarrollo del tema, el orador deberá hacer una pausa, anunciadora de la peroración, y solo entonces decirla, teniendo cuidado que hasta el tono de su voz denote el cambio.

No hay reglas fijas sobre la forma de elaborar la conclusión. Con la conferencia terminada en toda su preparación, meditaremos el final apropiado, poniéndonos en el lugar de quien nos escucha, en sus intereses, en sus inquietudes, en sus emociones.

PARA ELABORAR LA CONCLUSIÓN, CONVIÉRTASE EN EL AUDITORIO


Vamos a considerar algunos ejemplos posibles de conclusiones
Puede ser resumiendo lo dicho.

Comenzar por el fin, y repetir todo al final. Este principio lo vemos permanentemente practicado por el periodismo moderno escrito o televisivo. Se comienza con el resumen de lo que se va a decir, en pocas frases, se desarrolla después ampliándolo y explicándolo, y se sintetiza lo dicho al final.

Muchos oradores, habituados a la expresión escrita, recusan la repetición. En la expresión oral es indispensable. Repita sin temor, con fuerza y se mostrará conciente y responsable, y ayudará a fijar en la mente de los oyentes las premisas de valor que usted considera importante recalcar.

a) Puede ser agradeciendo o elogiando con sinceridad.
Mucho de lo que aquí decimos no es más que un ejercicio de sentido común. Cuando hace casi cuarenta años me tocó viajar por la provincia de San Luis, en un plan de docencia para el tratamiento de la deshidratación, muchos de los médicos ya mayores que fueron a escucharnos, viajaron desde puntos muy distantes, por caminos difíciles y dedicándonos esas horas que podían ser de descanso de su fatigosa tarea de médico rural, a veces único en una vasta región. La conclusión de mis charlas fue una emotiva reflexión sobre el valor de su trabajo, y un sincero agradecimiento por haberme escuchado con atención y respeto.
Ahora, después de tanto años, recuerdo esto que no es más que un ejemplo de esta forma de conclusión que proponen los tratadistas modernos, y para la que solo se necesitó pensar en el auditorio, sus intereses, problemas y emociones.

b) Puede ser motivando a la acción.
Un final elaborado para llamar a la acción, lograr que el público haga algo determinado: una donación, la firma de un petitorio, la declaración de un plan de lucha, el compromiso de colaborar en un proyecto, etc.
Para motivar a la acción, debe haberse establecido primero un área emocional común entre el orador y su auditorio. En este tipo de conclusión no sirven los argumentos racionales que son útiles para la razón, pero no para la acción, que se motiva en los sentimientos. "El corazón tiene razones que la razón no comprende" (Pascal).


c) Puede ser con una cita o un ejemplo.
Sin duda esta idea es de valor. Naturalmente de acuerdo con las circunstancias, puede ser positivo el cierre de un discurso o de una conferencia con una frase vigorosa, una fórmula valiente o una cita elocuente a propósito del tema.

Dentro de mis lecturas sobre oratoria, hace poco tiempo –septiembre del 97– leí con detenimiento el libro del Profesor Manuel Couto Rodríguez, y reparé en unos esquemas sobre intensidad comunicativa, que me parecieron muy interesantes.
Dice Couto Rodríguez:
"La intensidad es como una música de fondo oculta en la composición de su discurso, que imprime dinamismo a su intervención".

El primer ejemplo es claramente desaconsejable.
En el segundo ejemplo se imprime un grado de intensidad medio - alto en la introducción. Frases vivas, cortas, importantes (Shock técnico).
Se realiza una pausa.
Al iniciar el cuerpo de la disertación la intensidad disminuye. Ya tengo conmigo al público interesado en el tema. Bajo el tono, disminuyo el ritmo. Pretendo la concentración, pero evito el agotamiento de una atención extrema.
Observe en el tercer diagrama que en la línea de intensidad en que se desarrolla el cuerpo hay unas cuñas (banderines). Rompen el ritmo y despabilan a los oyentes. Puede ser una anécdota simpática o un dato espectacular, nuevo o revelador.
Intente sorprender al público.
Acto seguido se retoma el ritmo anterior.
Y en el desenlace se sube al punto más alto de intensidad, notable hasta en el tono de voz, los gestos, las frases cortas contundentes y brillantes.
Afirma Siegfried: "Hace falta mucho arte para terminar con una fórmula que resuene netamente como una puerta al cerrarse".
Esta es sin duda la manera más profesional y efectiva de comunicar un mensaje. Pero se necesita mucha práctica y experiencia.
El esquema número dos es también válido y más sencillo.
Se empieza con una introducción de intensidad media - alta.
Continúa con una intensidad media - baja.
Finaliza con una intensidad similar a la de la introducción.
Este esquema es más fácil, pero menos espectacular. Recomendable para el principiante.
Como se puede observar, va "in crescendo".
Empieza con una intensidad media, y al final alcanza el nivel más elevado.
Es el esquema más difícil, y requiere mucha práctica y ensayo. Es más para una actuación que para una disertación.
El último esquema es el que debe evitarse.
La exposición que sigue este esquema se presenta sin fuerza. Se desarrolla con monotonía, y termina sin entusiasmo. Está en contra de todas las reglas de la oratoria actual. Pasó sin pena ni gloria. Nadie será capaz de recordarla. 

Como puede verse la importancia de la introducción, el cuerpo y la conclusión es similar; pero la asignación en tiempo es totalmente distinta. Por lo tanto la elaboración de la introducción y las conclusiones (solo el 20% del tiempo) deben ser especialmente cuidadosas. Debe aprenderse casi de memoria, concientizando según hemos visto en los esquemas, la importancia psicológica que poseen. Hay una máxima antigua, que tiene plena vigencia en oratoria contemporánea:


Discurso mediocre + buen final = buen discurso
Buen discurso + mal final = mal discurso

ACERCA DE LA DICCION




Aún cuando usted tenga ideas claras y precisas acerca de lo que quiere decir, la comunicación verbal no se inicia hasta que usted, el emisor, se dispone a hablar frente al auditorio o grupo específico, que se prepara a escucharlo y que asume ante usted una actitud más o menos expectante.

 Con mucha razón se habla de pronunciar una conferencia, un discurso o una charla. Es sin duda porque en esta fase de la comunicación está envuelto un aspecto físico y en cierta forma material, constituido por la voz que se ha de emitir, lo que explica la importancia de una buena dicción.
A su vez la voz depende en gran medida de que usted pueda respirar bien, lo cual ayudará no solo a atenuar o suprimir su nerviosismo, sino que le permitirá además disciplinar su voz, de manera que pueda variarla de intensidad, expresión y entonación a su antojo y al mismo tiempo que regular los ritmos y pausas, que son obligados en la comunicación oral.
 Pero, ¿Puede usted mejorar su voz para que resulte más eficaz? La respuesta es necesariamente afirmativa, porque esto dependerá del conocimiento que tenga de la fisiología de la voz, los mecanismos de la palabra,  del ajuste que se haga de este conocimiento y de los ejercicios que conducirán a dicho resultado.

La Respiración y la Voz
Se sabe que no existe propiamente un mecanismo específico productor de la voz. La lengua, las cuerdas vocales, por ejemplo, aunque contribuyan a la formación de la voz, tienen otras funciones.
Por eso se afirma por el mismo hecho, de que hablar sea únicamente una función secundaria de estos órganos, ya que es necesario un programa para la educación de la voz, por cuanto cuando nacemos ya sabemos respirar, en cambio tenemos que aprender a hablar.
Trataré de explicar de una manera sucinta y apartada lo más posible del lenguaje técnico, la emisión humana de la voz. 
Esta está constituida esencialmente por:
§  Los pulmones, que actúan a manera de fuelles.
§  La glotis, que es propiamente un vibrador.
§  La cavidad bucal y las fosas nasales, que son en realidad unos resonadores-amplificadores.

Los Fuelles
Dentro de la caja toráxica se encuentran los pulmones, colocados entre las clavículas por la parte superior, y el diafragma por la inferior.
 Unos músculos hacen que las costillas se eleven y ensanchen cuando efectuamos una inspiración; mientras que cuando se espira, las costillas descienden y se contraen, elevándose el diafragma y saliendo el aire, de tal manera que solamente durante la espiración se emite el sonido que representa la palabra a través de la voz.
Cuando se habla en público es preciso poder inspirar aire muy rápidamente (sin ruido) y ser capaz de espirarlo durante veinte segundos o más. Es muy importante aprender a respirar en el habla.
El Vibrador
El aire comprimido de los pulmones recorre la tráquea y pasa a la laringe, que es una especie de caja situada en la parte superior de la primera y formada por un conjunto de cartílagos ligados entre sí, de modo que pueden moverse igual que las articulaciones de los huesos del brazo. En el interior de la laringe, extendida entre los cartílagos, se encuentran las cuerdas vocales, donde tiene origen la fonación.
En la emisión de la voz, o fonación, la glotis se abre y se cierra periódicamente con gran rapidez, bajo la acción antagonista de los músculos que la cierran y de la presión del aire aspirado que la obliga a abrirse. Los pequeños chorros de aire canalizados producen vibraciones sonoras. Cuanto más rápidamente vibren las cuerdas el sonido será más agudo; cuanto más fuertemente vibren será más intenso.
Los Resonadores-Amplificadores
Las cuerdas vocales por sí solas no emiten ningún sonido, por lo que necesitan de cavidades de resonancia, de igual manera que los instrumentos de cuerda requieren su correspondiente caja.
Ese sonido muy débil, apenas perceptible producido en la laringe por las cuerdas vocales, tiene que pasar por unas cámaras de aire situadas en la garganta y en la cabeza, que actúan como resonadores.
Esas cavidades de resonancia son: la parte superior de la laringe, la garganta o faringe, la boca y las fosas nasales.
Dichos resonadores por una parte, amplifican el sonido y por otra modifican el timbre, haciéndolo más rico o melodioso, o chillón, o semejante a un aullido.
En cada uno de los resonadores, ciertos sonidos que acompañan al fundamental, producen los "armónicos", surgiendo de la interacción de éstos, los diferentes timbres de las vocales.
La Importancia de la Articulación
El poder articular bien las palabras significa poder pronunciar correctamente cada una de las consonantes. Las vocales son sonidos producidos por la vibración de las cuerdas vocales, amplificadas por los resonadores de la faringe, la boca y la nariz, y no modificados de modo apreciable por los órganos de la articulación.
Para poder articular bien se requiere de agentes que sean capaces de modificar el sonido producido por el mecanismo de la voz; estos agentes son la lengua, los labios, los dientes, el maxilar, el paladar y el velo palatino. Estos agentes varían el tamaño y la forma de la cavidad bucal a través de su movimiento conjunto, logrando así la calidad de tono. 
Es importante tener en cuenta que la lengua es el órgano que contribuye de modo más importante en la claridad de los sonidos de las palabras porque, aunque la boca tenga la apertura necesaria, los sonidos producidos no pueden modularse si la lengua permanece inactiva o se mueve con torpeza. La diferencia de los sonidos de las vocales depende, en parte, de la posición que ocupa la lengua.
La formación de los sonidos de las consonantes es otra función de los órganos de la articulación.
Esos sonidos se logran con el cierre brusco, la apertura repentina y progresiva o cualquier otra interrupción del flujo que forman los sonidos de las vocales.
 Con el manejo apropiado de este conjunto de órganos modificadores se logra la precisión y nitidez de la articulación.
Algunos sonidos consonantes, tales como d, z, ch, g y k, dependen del movimiento activo de la lengua.
Otros elementos importantes para lograr una pronunciación clara son los labios. Si éstos se dejan excesivamente relajados, el resultado es una serie de murmullos confusos, especialmente en la pronunciación de los sonidos p, m, b, y f, que exigen una enérgica acción de los labios. Cuando hable ante un micrófono trate de evitar el sonido excesivamente explosivo de las consonantes. Cuando no utilice el micrófono los labios deberán emplearse con mayor firmeza para darle mayor claridad y rotundidad a las palabras.
La articulación adecuada permite la debida comprensión de lo que se diga, lo cual constituye la única manera de mantener y desarrollar el interés del auditorio.
La articulación descuidada de las consonantes hace confusa la comprensión de las palabras.

Cualidades de la Articulación
Las más importantes o las que merecen una consideración más detenida son:
§  Claridad o Nitidez
§  Intensidad
§  Énfasis
§  Flexibilidad

Claridad o Nitidez
 Esta es la primera cualidad de la articulación. Ha de lograrse por tanto una transparencia máxima, mediante la acción del maxilar inferior, lengua y labios. Únicamente con el empleo ágil  y enérgico de los músculos que mueven estos elementos es que obtendremos una dicción bien definida.
Generalmente, ciertos hábitos viciosos que no se han corregido a tiempo, son los causantes de una dicción imperfecta. Aunque algunos la atribuyen a nerviosismo del dictante, esto no es así, ya que la dicción defectuosa lo es también cuando no hay ningún motivo o estado emocional que justifique el estado de tensión propio del nerviosismo.
Es necesario para la persona que habla en público en dejar el tiempo suficiente para que cada sonido pueda ser articulado correctamente y pueda ser percibido con claridad. Es necesario hablar despacio para articular con claridad y una vez que uno haya logrado la flexibilidad necesaria del maxilar, la lengua y los labios, entonces va aumentando paulatinamente la velocidad pero manteniendo la calma para no amontonar los sonidos de las palabras.
Intensidad
El factor que en mayor grado afecta a la claridad es probablemente el nivel sonoro de las palabras, que depende a su vez, por una parte, de la distancia del dictante o emisor y el auditorio o receptor, y por otra parte, de la intensidad de los sonidos ambientales.
Una voz llega más lejos cuanto más intensa o más aguda es, porque en tal caso la frecuencia de las vibraciones es mayor. El conferencista, dictante u orador debe siempre asegurarse de que es escuchado por su público.
 Por lo tanto, una de las responsabilidades básicas del dictante es hacer el uso más adecuado de su fuerza sonora, es decir, debe hablar con intensidad suficiente para ser oído por todo el auditorio.
 Independientemente de la distancia que medie entre el emisor y el receptor y de los  ruidos ambientales presentes, hay formas de dar más sentido y más expresividad a la palabra, graduando, con diferentes matices la intensidad y volumen de la voz.
Si usted quiere dar la impresión de energía, aumentará la fuerza de su voz. Cuando uno habla en voz baja, da la impresión de no estar seguro de lo que está diciendo o que no cree en lo que afirma.
Muchas veces será necesario aumentar o disminuir la voz para atraer más la atención. Estos son recursos eficaces para despertar el interés si éste esta disminuyendo.
Énfasis
Dar sentido a lo que se dice, acentuar lo que tiene más interés, poner énfasis (lo que equivale al subrayado o la negrita en la escritura) en aquellas partes, palabras o frases, en las que el dictante quiere llamar la atención de los que escuchan, es fundamental en la transmisión oral de las ideas.

Muchas partes importantes de la conferencia pueden pasar desapercibidas por no tomar en cuenta este aspecto tan importante de la dicción.
El no valorar antes lo que es la médula del discurso, dónde ha de ponerse énfasis para que sobresalga la idea principal, hace difícil que entren con claridad en la mente del auditorio las ideas básicas del mensaje transmitido.
Es necesario enfatizar los puntos importantes, pero, ¡Cuidado! no se vaya de boca, pues si usted intenta destacar un punto más allá de su verdadero valor o importancia perderá credibilidad. La mejor práctica consiste en seleccionar las ideas realmente importantes, y apoyarse únicamente en ellas, con el énfasis que merecen. 
Flexibilidad
Si usted habla monótonamente sin expresar los finos matices significativos y emocionales de los que depende una pronunciación exacta y agradable, aunque su discurso sea perfectamente claro, puede ser que deje en quien lo escucha, una nebulosa sensación, evitándose en cierto modo que el mensaje que usted quería transmitir llegue adecuadamente a su auditorio. 
¿Cómo se puede hacer variar la voz para que el mensaje llegue al auditorio de una manera más completa y precisa? ¿Cómo hacer que las ideas centrales se destaquen sobre las demás?
Las respuestas a estas interrogantes, mis queridos amigos, la encontraremos en la práctica cotidiana, y en el ejercicio a conciencia de todos estos recursos.