FUENTE:
Web; EMPRESAS AL DIA - Madrid
LECCIÓN 6
Diferentes estilos para hablar en público
Evidentemente, cuando vamos a hablar en
público y hemos de comunicar una serie de información a nuestros oyentes,
tenemos que saber que existen múltiples estilos y formas de decir una misma
cosa. La elección dependerá de factores tales como el público al que va
dirigido, tamaño, objetivos que esperamos conseguir o el motivo de nuestra
intervención.
A la hora de dirigirse a un grupo de personas,
la primera idea que el directivo ha de tener clara es la siguiente: no se puede
hablar en público utilizando siempre el mismo estilo.
Cuando sabemos que vamos a tener que
intervenir ante un grupo de personas, inmediatamente hemos de determinar el
tipo de estilo que vamos a desarrollar. No es lo mismo, por ejemplo, reunirse
con la plantilla que con los accionistas de la empresa.
Cada intervención exige una serie de
condiciones y características en nuestro estilo oratorio. La variedad de tipos
es múltiple, ya que nos podemos presentar con un estilo cercano o lejano,
formal o informal, monólogo o más participativo, serio o desenfadado... De esta
forma, hay que ajustar el estilo del discurso a las características de cada
ocasión.
Generalmente, es fácil determinar el tipo de
estilo que debemos emplear. Por ejemplo, si se trata de un acto oficial,
optaremos por un modo riguroso y formal. Por el contrario, si estamos en la
inauguración de alguna sede de la empresa, elegiremos, mejor, un estilo
entusiasta, informal y divertido. El objetivo principal es saber escoger el
modelo de intervención oportuno y darle la mejor orientación para lograr el
máximo impacto.
En aquellos casos que no terminamos de tener
claro las características específicas de cómo será nuestro publico, ni cuánto,
etc., es necesario hablar con los organizadores del evento para que nos
ofrezcan los datos que nos faltan para elegir la orientación más adecuada.
Por supuesto, ante la duda, siempre es mejor
optar por un modelo más formal y serio. Sin embargo, hay que reconocer que
pequeñas dosis de humor, administradas de forma correcta, pueden combinar
perfectamente con las intervenciones más formales y rígidas. Además, el humor
es una verdadera herramienta para conectar y acercarse más a la audiencia.
En cualquier caso, y al margen del tema que se
va a tocar, tenemos que tratar siempre de conseguir un estilo creativo, ágil,
atractivo, interesante e incluso novedoso.
Otro importante consejo para conseguir un
estilo oratorio efectivo es tratar de imprimir siempre la importancia de la
brevedad. Lo cierto es que las audiencias siempre terminan agradeciéndolo. Sin
embargo, brevedad no significa un discurso pobre o incompleto. Hace referencia
a centrarse en los puntos importantes y abordarlos directamente, sin dar ningún
rodeo.
Por último, en el estilo de nuestro discurso,
hemos de saber exponer de manera convincente nuestras ideas. La meta es seleccionar
la forma de decir las cosas y saber elegir el estilo con el que poder motivar,
persuadir, convencer y entusiasmar al público. El mejor estilo, sea forma o
informal, serio o divertido, es aquel que es capaz de llegar al público de
forma directa y sugerente.
Por último, si hemos decidido optar por un
estilo determinado, tendremos que mantenerlo y cuidar el ritmo durante toda la
intervención, pues, ante todo, es necesario conservar la emoción y la atención
del público. Elegir el estilo más adecuado para cada ocasión es una de las
principales habilidades del buen orador.
Tipos de oratoria
Introducción.- En
esta ocasión, hablaremos sobre las clases de oratoria, para dicho cometido,
tendremos como base y fundamento de investigación la Enciclopedia Universal
Europea Espada-Calpe, Diccionarios Jurídicos de Manuel Osorio, Cabanellas, y
otros, los cuales serán nombrados en su momento.
Oratoria Política.
Por razón de la
gran variedad de asuntos que comprende, es el genero que más transformaciones
recibe según las épocas, el auditorio y las circunstancias, y por lo mismo la
que goza de una mayor libertad de forma y la que menos puede sujetarse a
reglas.
En ningún otro
género ofrece el discurso oratorio caracteres tan distintivos, porque las
oraciones del púlpito se acercan ya más a las composiciones poéticas, como ya
hemos apreciado en anteriores casos, como Roberspierre, Lincoln, y otros;
mientras que la oratoria forense pertenece a las obras científicas.
En los encarnizados
combates de los partidos y en las graves cuestiones de cuya resolución dependen
la dignidad o la vida de
las naciones, es
donde se manifiesta con más evidencia el carácter apasionado de la oratoria
política, pues nunca es más difícil, variables e inconstante el público que en
las asambleas políticas.
La oratoria política exige conocimientos
vastos y profundos, y más en los tiempos en que la ilustración y cultura se
encuentran extendidas.
Además de un perfecto estudio de las
cuestiones de política general y conocimientos técnicos en las diversas y
complicadas ramas de las ciencias administrativas, debe el orador político
conocer a fondo la historia, el modo de ser y sentir del pueblo a que se dirige
la palabra.
La historia por tanto, cumple un factor
determinante en la oratoria política, ya que el orador que fragüe planes para
el porvenir, debe fundar su experiencia en la segura escuela de lo pasado.
Preparación Del
Discurso.
En cuanto a su
preparación, el discurso político difiere en muchos casos de todo otro linaje
de discursos.
No siempre es el
mejor discurso político el que se prepara con mucho tiempo en la soledad del
gabinete; pues sucede con frecuencia que donde lucen con mayor brillo las
cualidades del orador es en las rectificaciones, o sea en los discurso que
apenas han sido objeto de preparación, verdaderas improvisaciones en que se
contesta y refutan las afirmaciones del contrario.
Claro está, que nos
referimos a la falta de preparación de forma, pues para conseguir el triunfo
oratorio en una rectificación es preciso un profundo conocimiento del asunto y
haber pasado horas enteras examinándolo desde todos los puntos de vista.
Elocución.
Varia mucho según
el auditorio, pues tendrá que revestir formas templadas si se dirige a una
asamblea de personas respetables, por ejemplo en el Senado; más necesitará
mayor vehemencia y fogosidad si se trata de un tribuno que se dirige a masas
populares.
División de la
oratoria política:
La oratoria
política puede dividirse a su vez en varios géneros:
a) Oratoria
Parlamentaria.- es decir los discursos que se pronuncian en las Cámaras para
formar y discutir leyes, y censurar o defender la conducta de los gobernantes.
b) Oratoria
Popular.- Discursos dirigido al pueblo para formar o dirigir su conciencia política,
ilustrándose acerca de sus derechos y encauzando sus voluntades para conseguir
el completo reconocimiento de éstos; claro es que hablamos en el supuesto de
tratarse de un orador honrado.
c) Oratoria
Periodística.-
Esta oratoria, es
agregada a esta especie, por parte de COLL y VEHÍ.
Considerando la
oratoria escrita, por adoptar muchos de los artículos de los periódicos formas
completamente oratorias, sobre todo los artículos de fondo que solían y suelen
caracterizar a parte de la prensa española.
d) Oratoria
Militar.- Discursos o arengas pronunciados por los generales o caudillos en
momentos críticos para exaltar el ánimo de los soldados con palabras enérgicas,
sin artificio alguno, y dejando que el corazón hable en lugar de los labios.
Por tanto diremos,
que tiene por objeto animar a las tropas enardecidas al combate o felicitarles
por la victoria, o también instruirlas en algún asunto, e inclusive en
ocasiones contener sus ímpetus y reprenderlas.
Al respecto de
pertenecer como especie de la Oratoria Política, existe muchas contradicciones,
ya que se distinguen de aquellas, tanto por su finalidad, como porque las masas
militares, a diferencia de los político-populares, está organizadas y dirigidas
por la disciplina, cuya base es la obediencia y el respeto a los que mandan.
Cualidades del
orador.
El orador militar
debe reunir las cualidades especiales, además de las precisas al orador en
general.
Primero debe ser
verdaderamente militar, es decir tener profunda y voluntaria inclinación a la
carrera de las arma, y ser denodado, entendiendo por denuedo no la temeridad,
sino el valor juicioso, la intrepidez serena e ilustrada, para inspirar
confianza al soldado.
Su principal
estudio será la historia de la antigüedad y de su propio país, profundizando en
la del arte de la guerra (si es que se puede llamar arte, lo concerniente a la
guerra) y en la de los hechos militares: porque los nombres de los lugares
célebres y de los héroes y el recuerdo de sus hazañas le proporcionarán
imitaciones y comparaciones seductoras a las cuales puede hacerlas suyas, en su
vida objetiva; pero de debiendo abusarse de estos recursos y menos de las
citas.
Finalmente, deberá
conocer al soldado para apreciar sus cualidades y sus necesidades y defectos,
que ha de tener muy en cuenta en sus discursos, y estará presto a dar ejemplo
de paciencia en las fatigas, de constancia en las privaciones y poder así
imponer silencio a las quejas y ahogar a las amenazas.
Estilo Del Discurso.
Como ya hemos dicho
anteriormente, la elocuencia militar nace más del corazón que de la
inteligencia, y así debe emplear la brevedad y huir de la severidad académica,
usando frases cortas, pero impetuosas; lacónica, pero viva y animada.
Cuando pregunte a
los oyentes no les dejará tiempo para reflexionar, sino que les pondrá la
alternativa del sí o del no anticipándose a veces a responder por ellos.
Las preguntas y las
admiraciones animan las arengas, y uno de los caracteres más salientes de ésta
es el de multiplicar los imperativos y de dar a los verbos aire de imperio que
arrastra las voluntades; pero es preciso que el orador se incluya a sí mismo,
no aislando la acción de los soldados de la suya, sino dándole a conocer que
compartirá con ellos los peligros, el combate, las fatigas o las privaciones;
debiendo tenerse presente la sencillez del estilo es condición indispensable, y
que en ocasiones una frase acaso gramaticalmente incorrecta, un giro vicioso
pero felizmente original, a ofrecido efectos que no hubieran producido el más
retórico y acabado de los periodos.
En la oratoria
militar se hace uso de imágenes extractadas de la naturaleza, con motivo de
ejemplo, en mayor compresión a los oyentes, las cuales den una sensación de
grandeza y que sea colosal.
Pero al margen de
esto, es predominante el uso de las pasiones, en especial aquellas que siendo
honradas penetren las entrañas de los soldados, así podemos nombrar: el amor a
la patria y la grandeza de esta, el sentimiento de honor, gloria, bravura,
fuerza, y coraje, son algunos aspectos útiles para dicho orador, debiendo
prestar cuidado a no caer en un chauvinismo recalcitrante.
Aclarando a lo
dicho anteriormente, diremos que la eficacia del uso de ciertos sentimientos
dependerá de los tiempos o factores exógenos al cual se encuentre un país o un
pueblo, es decir dependerá si se encuentran en tiempo de guerra o en tiempo de
paz.
a) En tiempo de
Guerra, habrá de distinguirse si se habla antes de empezar una campaña o
durante ésta, y en segundo caso si antes o después de una batalla, durante el
sitio de una plaza y dentro o fuera de ella, o si el fin inmediato es
reaccionar contra la indisciplina, el cansancio, etc.
Antes de comenzar
las operaciones, procede justificar ante las tropas la necesidad de estas y la
justicia de la causa en pro de la cual ha de lucharse, haciendo resaltar las
ofensas recibidas del enemigo, las proposiciones rechazadas por él, los
tratados violados, las amenazas y la indignidad y deshonra que implicaría ceder
ante todo ello.
Comenzada las
hostilidades y antes de una batalla debe procurarse inflamar el valor del
soldado, este caso son de aplicación las palabras que aparecen en la
Enciclopedia Militar que escribió en francés una sociedad de militares y
literatos.
Durante la acción
la elocuencia militar se deja escuchar en medio del choque y el estruendo de
las arma, ya reuniendo en una sola palabra batallones intimidados, ya
conduciendo los escuadrones a la carga, ya exigiendo que un reducto se tome, ya
mandando que , ya exigiendo que un reducto se tome, ya mandando que se refuerce
una posición.
En estas ocasiones
el orador se contenta con una frase corta y enérgica, debiendo ser sus palabras
tan rápidas como sus movimientos.
Después de la
acción, si la victoria a coronado los esfuerzo de las tropas, la elocuencia
contará las banderas tomadas al enemigo, el botín que dejó en poder a los
vencedores, el desastre que ha sufrido, las fatigas y peligros de los
perdedores, la importancia de las posiciones tomadas, y las consecuencias de la
victoria.
Y si por el
contrario, si no se obtuvo la victoria añorada, encontrará la causa de ello en
un obstáculo imprevisto o buscará una excusa a la derrota y aún sacará partido
de las faltas cometidas para exigir nuevas pruebas de denuedo, como pago de la
deuda contraria.
Para el orador
militar debe tomar énfasis al tipo de ejercito al cual tiene en sus manos o son
dirigidas sus palabras; por tanto son útiles todas las recomendaciones frente a
un ejercito donde reine una emoción fuerte o extraordinaria, a razón de los
momentos indignos que se vive. Mientras si el orados se encuentra frente a un
ejercito mercenario, no tendrá ningún efecto sus palabras, es decir serán estériles
sus aclaraciones y recomendaciones
Las arengas fueron
útiles para alcanzar el efecto deseado, para esta clase de oradores, pero por
la grandeza del grupo de ejércitos de hoy en día, es difícil hablar de ellos en
su conjunto, como en aquellos días; pero a pesar de todo ello, algunos aún
hacen uso de las arengas.
En la antigüedad,
fueron muy usadas, en especial por Julio Cesar, las cuales son muy famosas.
Desde la invasión de los bárbaros, desapareció la costumbre de arengar a los ejércitos,
aunque reviviese con Carlo Magno y otros, no fueron perenne en el tiempo.
Por último la
elocuencia militar se hacen manifiesta en muchas ocasiones en expresiones
cortas y satisfactorias, más aún si están son inspiradas en el momento mismo de
mayor peligro, las cuales son entremezcladas con el amor a la patria o a la
gloria, que estos buscan. Constituyendo estas palabras memorables en la
Historia; así tenemos las siguientes:
-- " ¡Soldats,
songez que, du haut de ces Pyramides, quarante siècles vous contemplent !"
¡Soldados, recordad! ¡Que desde lo alto de esas pirámides cuarenta siglos
contemplan vuestro valor! (Frase pronunciada por Napoleón Bonaparte el 19 de
julio de 1798 ante su ejército vencidoi y desmoralizado, momentos antes de
empezar la batalla de "Las Pirámides")
-- ¡¡ La sangre de
Danton te ahoga !!.
(Palabras de
Garnier de l’Aube a Robespierre, en la memorable sesión de la Convención que
derrocó a éste).
-- ¡¡ Soldados ese
es el sol de Austerlitz !! (Napoleón, en la batalla de Moskowa).
Oratoria Didáctica
o Académica.-
Este género,
comprende los discursos encaminados a persuadir a los hombres de las verdades
científicas, tiene su origen en la creciente necesidad de expansión y
propagación que la ciencia moderna va experimentando, y abarca todos los
asuntos puramente científicos o de algún modo relacionado con la ciencia, de
donde se deduce cuan extenso y general es su objeto, puesto que en nuestros
días apenas queda aspecto de la realidad que no sea estudiada por la ciencia.
Navarro y Ledesma
dice, que esto podría justificar el criterio de los que reputan como forma
didáctica este género de oratoria; más para comprender la razón de nuestro
concepto, basta fijarse en que el propósito del orador académico no es tanto
enseñar o exponer teorías científicas como convencer o persuadir de la verdad
de ésta al público, empleando para ello la forma de oratoria.
El orador didáctico
tiene que reunir cualidades especiales, pues no le basta un conocimiento
completo de la cuestión sobre la que va hablar, es preciso que posea, además,
lo que se llama talento expositivo, o facultad de hacer llano, agradable y
accesible a todas las inteligencias lo que de por sí es abstracto y difícil.
Los Discursos
Entre las varias
especies de discursos didácticos debemos señalar los que se llaman con toda
propiedad discursos académicos, porque se leen o pronuncian en las Academias
científicas y literarias.
Los de Exposición
Científica, en los cuales el orador ilustra a sus oyentes respecto de un punto
por el investigado.
Los de
Vulgarización, destinados a exponer teorías o descubrimientos modernos, poniéndolo
al alcance del público profano.
Y los de
Controversia o discursos de puntos opinables de olas nuevas investigaciones.
Oratoria Forense.
Es la que tiene por
objeto ilustrar la inteligencia y mover la voluntad de los jueces para decidir
si un hecho se ha realizado o no, si una persona es o no culpable, si ha de aplicarse
tal o cual regla jurídica o si ésta ha de interpretarse en uno u otro sentido.
Esta finalidad
especial de la oratoria forense requiere 3 reglas especiales, primero las
Cualidades del Orador, segundo la Materia del Discurso, y tercero el estilo.
Todos ellos llevan
conocido grandes valorizaciones, las cuales son reflejadas en el foro.
Estos aspectos
serán expuestos en los siguientes trabajos posteriores, dejando al siguiente
(estudiante) en orden al tema de exposición la correlativa explicación.
Reacción del público
A lo largo de toda
la intervención el orador tiene que estar atento a cómo reacciona el público
(con interés, con aburrimiento, con simpatía, con aprobación, con rechazo,
etc.).
Lo peor que puede
ocurrir es no conseguir captar su atención (es peor incluso a que el público
manifieste su desacuerdo con la opinión presentada).
Si el público no
muestra interés, no es posible la comunicación.
Hay que captar la
atención del público en el primer momento de la intervención. Si no se consigue
entonces, difícilmente se va a lograr más tarde.
Por tanto, hay que
emplearse a fondo: saludar amablemente, preparar una introducción sugerente,
jugar con la voz, con los gestos, mirada, anécdotas, etc.
Al primer indicio
de que el público pierde atención hay que reaccionar con prontitud.
Si el público
desconecta definitivamente va a ser muy difícil volver a conquistarle (aunque
quisiera, le resultaría difícil captar el hilo argumental).
Al público que está
más alejado resulta más difícil ganárselo, de ahí la conveniencia, si es
posible, de moverse entre el público, acercando su presencia a la audiencia.
La extensión del
discurso juega en contra de la atención del público.
Importancia de la
brevedad.
Esto no quiere
decir que el discurso tenga que ser necesariamente corto; durará lo que tenga
que durar, pero no debe extenderse innecesariamente.
Es posible que el
público manifieste discrepancia con la tesis del discurso.
Cuando el orador
prepara su intervención debería anticipar su posible reacción (normalmente uno
sabe cuando sus ideas pueden resultar polémicas), y en el caso previsible de
que haya desacuerdo tratar de conocer los motivos.
Esto permite al
orador llevar preparadas las respuestas a las posibles críticas.
Si la reacción
contraria del público hubiera sido totalmente imprevista y el orador ignorase
sus razones, lo mejor es preguntarle directamente el por qué de su rechazo.
Hay que darle al
público la oportunidad de que exponga sus planteamientos; escucharle con
atención, comentando a continuación que se trata de un razonamiento respetable,
aunque diferente al punto de vista que uno sostiene.
Lo que no se puede
hacer es aceptar las críticas tal cual, ya que debilitaría la posición del
orador (perdería autoridad).
Tampoco éste debe atrincherarse
en sus posiciones, criticando duramente los argumentos expuestos por el público
e iniciando una discusión que termine crispando aún más los ánimos.
Un acto público no
es el lugar más oportuno para una discusión acalorada. Muchas veces con prestar
al público la atención debida es más que suficiente para ganarse su simpatía y
respeto, aunque siga discrepando de los argumentos expuestos.
En todo caso, el
orador no debe confundir la reacción contraria de una persona concreta con una
opinión contraria generalizada.
Cuando finaliza la
intervención el público suele aplaudir. El orador dará las gracias
sinceramente, mirando al público, y se retirará discretamente.
Nada de esperar
hasta que finalicen los aplausos, ni de volver al estrado a recibir una nueva
ovación como si de un artista se tratase.
Hay que evitar
gestos del tipo levantar las manos en señal de victoria, llevarse las dos manos
al corazón, etc, ni se deben hacer comentarios del tipo "que exagerados
sois", "no es para tanto", "cuanto os quiero".
Una vez finalizada
la intervención resulta interesante pedirle a alguien que haya asistido que de
su opinión sincera de cómo ha resultado (puntos fuertes y puntos a mejorar).